El bogotano Óscar Jaimes fue una de las sensaciones en la Media Maratón con la que Villavicencio celebró su 184 aniversario. Jaimes se presentó a la carrera muy elegante, como diría el cuento de Rafael Pombo “muy tieso y muy majo”; con corbata naranja y sombrero de ala corta, llegó a la línea de partida, dejando sorprendidos a los corredores que llevaban pantaloneta, zapatillas y ropa adecuada para la carrera.
Todos empezaron a preguntarse de qué se trataba, si era una campaña publicitaria o de expectativa, o era alguien que pretendía hacerse visible, pero que seguramente no aguantaría 2 kilómetros de los 10 que tenía que correr. Oscar tomó la partida, pasó el tapete del chip, donde se inicia la toma de tiempos oficiales, y emprendió la carrera con mucha seriedad.
La temperatura no ayudaba, pero mientras algunos se retiraban como consecuencia del cansancio y el calor, Jaimes seguía su competencia y con una sonrisa de lado a lado promediaba la prueba.
Finalmente, cuando ya habían arribado más de 1.000 competidores, Óscar llegó a la meta con su indeleble sonrisa y cumpliendo los 10K con los que se había comprometido.
Preguntado sobre la razón por la que corría con sombrero, saco y corbata, él respondió: “Hay que decirle a la gente que no importa el peso que llevemos de alegrías y tristezas, no importa la cruz que tengamos que cargar, tenemos que seguir adelante y lo que quiero demostrar es que cualquiera puede correr, no importa los pesos que tenga, ni la ropa que lleve, es simplemente querer hacerlo”.
Con esa reflexión se retiró y a la distancia les dijo “adiós” a los demás participantes, como un personaje extraño, pero con mucha razón: en la vida hay que correr o caminar con los pesos y la ropa que se tenga.